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#halloween La resignificación de la bruja, el regreso del aquelarre

woman in black dress standing in the middle of a forest

En un tiempo fueron quemadas en la hoguera, hoy el término Bruja tiene el valor que las mujeres han sabido darle. Salen a la luz para conectar el presente con el pasado. Por Natalia Carcavallo

El sábado próximo es Halloween, hay luna llena en el eje energético de Escorpio y de Tauro, el de la vida y de la muerte, el de la transformación, junto a algunos otros movimientos invisibles de fuerte cambio.
Entonces me resulta inevitable pensar en la palabra “bruja” y en cómo muchas mujeres estamos volviendo a adueñarnos del concepto, de todo lo que de él emana y a resignificarlo.
Las palabras tienen poder. Lo sabemos todas las que nos asumimos como brujas. La enunciación genera posibilidades.
En ocasiones, manifiesta, sana, invoca y evoca. La palabra crea realidad y le otorga sentido.

Hasta hace poco tiempo “la bruja” era la “jermu”, esa, que en el imaginario machista, esperaba al marido en la casa con la comida lista. La mujer que, con su mal carácter, le iba a prohibir salir con sus amigos.
Represora, fastidiosa, referente de una autoridad negativa y con un rol ridiculizado.


Por supuesto, la caricaturización y el lugar social era mucho más light que en los tiempos de la “Santa” Inquisición, pero contenía en sí una misma carga violenta. Bruja era la suegra o el personaje oscuro y temible de los cuentos: fea y desgreñada, con lunares en relieve y con un cuerpo deforme y maloliente.
En las construcciones de muchos relatos y en la historia, las brujas sólo fueron dignas de los lugares escondidos y del destierro.

Bruja Arquetipo
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Bruja Arquetipo – Photo by Sinitta Leunen on Pexels.com

Reconocernos “bruja”

Volver a reconocernos “brujas” se transforma ahora, más que nunca, en un calificativo de amor, de complicidad luminosa y de hermandad. Brujas somos las mujeres que intuimos y sabemos, aunque a veces guardemos silencio. Somos aquellas capaces de acompañar y reconvertir un momento doloroso de otro y de otra, en un estado de renovada paz interior. Bruja es la que puede sanar con caricias y ayudar a que el alma de quien ama se vuelva a encajar en su cuerpo. Bruja es quien además tiene la capacidad de elevar, por un momento, el alma de ese mismo cuerpo.

Hay brujas que abren las puertas para que entren las demás.

Las que le dan voz a los gritos y a las súplicas de otras. Las que sostienen todo con su propia energía y asumen las cargas de los suyos sobre sus espaldas hasta que todo se vuelva más liviano. Hay brujas maestras que enseñan los atajos de manifestación del bien a las que serán. Algunas tienen sus dones visibles, otras los llevan de forma tan orgánica que no se ven, pero su sola presencia es capaz de transformarlo todo.
Sí, como el mismo fuego en el que muchas ancestras murieron y a las que hoy honramos con esta hermosa frase que cala en el alma de las que ya son conscientes del poder que portan en sí y lo pueden llevar con honra: “Somos las nietas de las brujas que no pudieron quemar”.

Somos las brujas de la resistencia. La que sostenemos escudos simbólicos y tenemos la espada lista contra cualquier mal que alguien pretenda causar. Las guerreras que se maquillan como ritual de preparación para la batalla, sea en el terreno que sea. Quizás ya no en los claros de un bosque pero sí en la calle, en el subte, en las oficinas y muchas veces, dentro de las propias casas.

Brujas también somos las que corremos con los tacos y las que corren con los lobos.

Bruja, su regreso al aquelarre

Cada vez más las mujeres recuperamos y ganamos espacios que, por siglos, nos fueron vedados. Este movimiento empezó a suceder en todas las áreas de nuestra existencia. Será más grande y será mejor. La lucha continúa. Aún hay más tierra por sembrar, más agua por mover y más aire por convocar y ahora es fundamental invoquemos la luz para iluminar.

Emergen los aquelarres adaptados a este tiempo. Nos juntamos alrededor de nuevas hogueras simbólicas y así nos sostenemos, nos recordamos y tejemos la red. Se aceleran los reencuentros y se refuerza la incondicionalidad.

Lo femenino vuelve a despertar.

Cada vez somos más las que reconectamos con nuestro ser sagrado y resignifcamos la supuesta vulnerabilidad, en potencia, el mundo emocional en una fuerza arrolladora, lo misterioso como un don, la capacidad receptiva y de gestación como un poder único.

Durante siglos, el poder de lo femenino fue denostado y temido. Por miedo, nos estigmatizaron, nos cuestionaron, nos amordazaron, nos menospreciaron y nos quemaron por brujas.

El retorno al sagrado femenino está reivindicando una capacidad olvidada en el ser y en el hacer que va mucho más allá de nuestra comprensión. El movimiento es imparable y se precipita por su propia potencia, como un estallido necesario, una fuga de fuerza contenida que, de a poco empieza, a aliviar siglos de represión. Mujeres encorsetadas, gritos ahogados, poder disimulado, destierro de familias, de la propia casa, del trabajo y de la patria.

Mucho tiempo atrás sobrevivimos porque nos supimos esconder. Aquello está inscripto en nuestra herencia genética, energética y espiritual. El dolor de las ancestras y la carga que llevamos proveniente de nuestros linajes, aún pulsa en nuestras almas. Y para aquellas creyentes, el recuerdo de otras vidas y de otros tiempos aún se intuye y veces se manifiesta en el cuerpo que nos aloja y nos permite existir.

Urge reconocer que estos tiempos no son aquellos y que es necesario salir a la luz. Hay memorias de dolor y sensaciones de peligro que ya no son tales. Emerger de lo oscuro, de lo tapado, de lo censurado y de las prisiones simbólicas que se nos construyeron, por momentos se vuelve inquietante. Sin embargo es fundamental que cada vez seamos más las que nos atrevemos a dar otro paso y regresar a la hermandad, a la tribu y al aquelarre, a lo que siempre fue, porque “si ella puede, yo también”

Yo te creo, hermana

En los últimos años muchas mujeres se reencontraron en un grito común: “Vivas nos queremos”, “Ni una menos” y una frase fundamental que late en mi cuerpo: “Yo te creo, hermana”.

Las sociedades capitalistas, patriarcales y machistas construyeron un mundo que no se sostiene más. Vendrá el nuevo tiempo de lo femenino que nos ayude a crear el futuro bajo otros valores.

Brujas, magas, hechiceras, sacerdotisas, chamanas, mujeres medicina, wicanas, compañeras, amigas, maestras, madres, abuelas, hijas, madrinas y hadas madrinas.

Es tiempo de aquelarres, de reconexión con nosotras mismas y con las otras. Es tiempo de volver a tejer la red.

Yo te creo hermana. Yo te veo.

Que nadie nos haga dudar ni temer nunca más nuestro propio poder.

Por Natalia Carcavallo
wetoker.com

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