Mientras estamos inmersos en la incertidumbre, hay quienes vislumbran un futuro mejor: con el nuevo ciclo, nace una unión que supera el individualismo.
Por Natalia Carcavallo
Estamos atravesando un cambio de conciencia colectivo e individual, a la vez.
Hay algo conocido que estamos dejando atrás y muchas veces esto genera tensión, opresión y miedo. Aun sabiendo, en lo profundo de nosotros mismos, que llegaremos a un lugar mejor, la transición es inquietante.
Para poder generar el movimiento, necesitamos una energía extra, porque estamos haciendo en simultáneo muchos procesos emocionales, mentales, materiales y espirituales. Por eso muchas veces estamos cansados sin saber por qué, soñamos más, sentimos de nuevo mucha energía en nosotros y nos volvemos a apagar. Quizá lloramos por viejos dolores, nos toma la nostalgia y vuelve la esperanza de un futuro mejor.
De esta forma pasan nuestros días haciendo procesos que van más allá de nuestra comprensión. “Primero experimentamos una resistencia increíble, pero luego -cuando estamos autorizados a movernos de lugar en nuestra conciencia- hay alegría, alivio y regresa a nosotros una dulce excitación de volver a salir a la vida tal como ella se presente de ahora en más, porque estamos listos para lo nuevo”.
Así lo explica Monika Correia Nobre, una gran maestra de meditación e iniciada en los saberes sagrados.
El cambio de conciencia es similar a mudarse. Tenemos que hacer un movimiento grande y esto genera caos.
Mientras los científicos buscan la vacuna para el COVID-19, los sanitaristas crean las mejores estrategias para que la pandemia cause las menores consecuencias posibles, los gobiernos se intentan adaptar a un mundo desconocido y todos nosotros estamos en un eterno presente cargado de incertidumbre, hay personas que tienen la posibilidad de comprender este tiempo a través de otros lenguajes y otras herramientas.
En esa información hay, para muchos, refugio y amparo y la ratificación de que, luego de atravesar las turbulencias y los derrumbes que nos quedan por delante, el tiempo por venir será mejor de lo que podemos imaginar. Estamos finalmente frente a un período potente de cambio de conciencia individual y colectivo. Para algunos es elegido, para otros parece impuesto pero lo cierto es que dar el paso, será inevitable.
Un Cambio de Conciencia
A veces se usa esta frase para sintetizar lo inexplicable, como cuando nos dicen que la única respuesta a muchos de los síntomas físicos que tenemos es por estrés. Se incluye en este concepto informaciones de diversos tipos: interpretaciones, emociones y especulaciones.
En estos tiempos de confusión, es necesario poder practicar la capacidad orden y el discernimiento y saber con mayor precisión de qué hablamos cuando decimos “esto es un cambio de conciencia”.
Cuanta mayor resistencia tenemos, el proceso se siente más abrumador y se vive con mayor tensión.
En busca de mayores respuestas le pedí a Mónica Correia, que además es fundadora de la Escuela Astroflor, que le pusiese palabras y precisión a este concepto tan profundo. Con la simpleza y la humildad de los que saben, ella es capaz de explicarlo utilizando una referencia muy cotidiana que todos hemos vivido alguna vez, para que podamos trasladar la experiencia material a comprensiones de otro tipo.
“El cambio de conciencia es similar a mudarse.
Tenemos que hacer un movimiento grande y esto genera caos.
Aunque sepamos que el lugar al que vamos a llegar es más lindo, tiene más sol y es más grande,
la incertidumbre por todo lo que no conocemos se vuelve inevitable”, explica Mónica.
El proceso de mudanza también nos provoca tensión. Hay mucho de lo que nos perteneció que ahora vamos a dejar atrás porque ya no es acorde a nuestro nuevo hogar. En la preparación para trasladarnos, aparecen objetos perdidos, y debemos poner en cajas las cosas para que puedan ser movidas. Esto nos enfrenta al ejercicio trascendental de elegir y duelar lo que ya no nos acompañará.
En esos objetos se simbolizan experiencias, personas y partes de nosotros que ya no tienen relación con lo que hoy somos.
Es parte del proceso del cierre de un ciclo y muchas veces el cambio genera miedo.
Hay un espacio conocido que vamos a dejar atrás y -hasta llegar al nuevo- nos acompañará cierta sensación de vacío.
Así también sucede cuando estamos en medio de un proceso de cambio de conciencia. Para pasar a un nuevo “espacio” ponemos en cajas internas la información de nuestras experiencias, pero sólo podemos llevar al siguiente nivel lo necesario. Hay mucho de lo vivido que ya no nos acompañará. El apego a lo anterior también forma parte de este proceso y refuerza las emociones negativas. Cuanta mayor resistencia tenemos, el proceso se siente más abrumador y se vive con mayor tensión.
Esto se acrecienta en el instante previo al cambio. Cuando nos autorizamos a hacer el movimiento, todo lo inquietante empieza a diluirse y emergen en nosotros emociones de excitación, gozo, alegría y esa tibia adrenalina que acompaña a cada cosa nueva que hemos iniciado.
Es una nueva inspiración, en todo sentido.
Este período de cuarentena nos ayuda a hacer este proceso y colabora para que podamos conectarnos con las necesidades de mudarnos a otro lugar interno.
“Al quedarnos quietos favorecemos este desarrollo. Como todos los niveles están entrelazados y nos estamos moviendo en muchas dimensiones a la vez, la conciencia necesita materializar su nuevo hábitat y el nuevo espacio al que nos movimos también necesita ser habitado de a poco por la nueva energía”, explica Mónica, que además es astróloga y autora de varios libros
Un movimiento colectivo para crear la nueva humanidad
Además de los procesos individuales, de la restricción, de la incertidumbre y de la imposibilidad de saber para qué prepararnos, cada uno de nosotros también está atravesado por el cambio colectivo y somos parte de él.
“Lo que nos toca es un gran trabajo como humanidad. Nos estamos mudando en grupo, pero el lugar al que debemos llegar aún no existe. Hay que construirlo y cada uno de nosotros deberá hacer su parte”, señala.
Sobre lo que estamos dejando atrás, Mónica hace un resumen: “Venimos de un ciclo donde lo único que importa es la acumulación de capital y el ahorro. Ahora el tiempo que se inicia está relacionado con lo planetario global. Vamos a empezar a comprender a la humanidad como red y a tomar conciencia del planeta como nuestra casa. En el próximo ciclo, lo grupal estará por encima de lo individual”.
Sin embargo, antes de lograr que lo nuevo se manifieste, podremos atravesar períodos intensos de rebeldía social contra el orden establecido. Aún hay muchas necesidades materiales que debemos resolver y este tiempo las dejará expuestas.
De esta conciencia emergerá también un llamado a colaborar y a fortalecer los lazos de solidaridad.
Durante este tiempo, necesitamos cuidarnos de la pulsión que algunos pueden tener enfocada en destruir todo lo viejo para crear lo nuevo. Por eso será responsabilidad de cada uno saber qué tendencias seguimos.
La presión y la confusión pueden hacer que muchas personas aumenten el individualismo y el “sálvese quien pueda”. El proceso de cambio puede generar una sensación de anarquía en lo personal y en lo colectivo. Sin embargo, el movimiento mayor nos llevará a generar nuevos lazos y a sentirnos parte de un todo mayor. A crear un nuevo concepto de hermandad y a entender finalmente que todos somos uno.
“Llegará el tiempo de conectarnos desde el corazón, de poder ver lo invisible y lo trascendente. Empezar a tomar contacto con lo nuevo en nosotros y a reconocernos como individuos creadores de la realidad hará mucho más fácil que podamos construir otro mundo posible”, afirma Mónica.
La responsabilidad de cada uno en relación con algo mayor, con lo colectivo y más allá será muy potente y de esta forma también estaremos generando un movimiento enorme como humanidad para crear finalmente la tierra prometida. Que así sea.
Natalia Carcavallo
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