Del por qué al para qué: .
Entender el objetivo de nuestra vida, nos vuelve más plenos y felices. Para conseguirlo, es bueno conectarse con la intuición y amigarse con la incertidumbre.
Por Natalia Carcavallo
Desde hace tiempo, muchas personas están regresando al mundo simbólico para encontrar allí una guía, el autoconocimiento y un sentido más profundo a las experiencias que atraviesan en su vida. Se atreven a cambiar la pregunta de ¿por qué? a ¿para qué?
Eckart Tolle, el reconocido autor del best seller, El poder del ahora explica que cuando uno deja de buscar el por qué, realiza un acto de rendición. “La rendición llega cuando dejas de preguntar ¿por qué me está pasando esto a mí? Incluso en las situaciones aparentemente más inaceptables y dolorosas se esconde un bien mayor, y cada desastre lleva en su seno la semilla de la gracia”.
Cuando nos atrevemos a cambiar la pregunta y podemos ampliar la mirada, nos corremos del arquetipo de la víctima que llevamos dentro. La búsqueda del por qué genera elucubraciones que nos enredan aún más. Nos obliga a encontrar razones que nos invaden de pensamientos de otro tiempo y de justificaciones que explican lo que no necesitamos.
El ¿para qué? en cambio, nos abre a la posibilidad de buscar otra información. Permite que nos conectemos con la intuición, con la certeza del cuerpo, con las manifestaciones de nuestro sabio inconsciente y con el susurro del alma que manifiesta, en las formas menos pensadas, las verdaderas respuestas.
Las certezas no siempre aparecen inmediatamente, pero seguir caminando sin ellas, y con la incertidumbre como una buena amiga, también es un acto de valentía.
Para encontrar el ¿por qué? hicimos años de terapia, nos relatamos historias, nos ahogamos dentro de nuestras máscaras y celebramos argumentos que, un tiempo después nos dejaron aún más vacíos, más lejos de la verdad.
Bert Hellinger, el padre de las Constelaciones familiares, dijo en una de sus conferencias: “De forma inexplicable nos vemos implicados en circunstancias felices, y también, en circunstancias desfavorables. A ambas partes hay que asentir. Renuncia a la pregunta de ‘¿por qué?’, ya que cualquier respuesta es una huida ante aquello que es y que actúa”
Cuando modificamos el por qué y nos preguntamos ¿para qué? algo se modifica. Las certezas no siempre aparecen inmediatamente, pero seguir caminando sin ellas, y con la incertidumbre como una buena amiga, también es un acto de valentía.
El para qué siempre es una llave que nos permite abrir puertas diferentes y que ayuda a crear otros caminos posibles. Cambiar la pregunta también nos libera de creencias de otro tiempo en donde hay un Todopoderoso que nos castiga.
Si nos volvemos aún más osados, podemos dar un paso más y dejar también de preguntar ¿Para qué?
Aceptación no es resignación
La aceptación y la conexión con el momento presente tal cual es, es una de las ideas madres de la espiritualidad y de muchas religiones y prácticas sagradas. Es liberadora del dolor y es un ejercicio de humildad. La aceptación nos permite rendirnos ante algo mayor que somos incapaces de comprender. Sólo podemos saber que “esto también pasará” y confiar.
Una iniciada nos recuerda siempre que “el Universo no derrocha un quantum de energía en hacernos vivir algo que no nos sirva para nuestra evolución”. La aceptación es una práctica que nos devuelve paz. Más allá de ella también está aquello que Hellinger nos legó como uno de los pilares espirituales en los que se sostiene las Constelaciones familiares: “Asentir a lo que es, tal como es y tal como ha sido”
Asentir es incluso más profundo que aceptar. Se asiente con el corazón, se le hace lugar a todo y a todos tal como fueron y tal como son. Y eso modifica el pasado, el presente y de seguro lo que vendrá porque nos permite ver con ojos más grandes. Así lo explica siempre Sara Levita, una de las principales referentes de las Constelaciones en nuestro país y más allá.
En uno de sus libros más famosos, Tolle nos desafía con esta pregunta: “¿Puedes sentir lo doloroso que es oponerse internamente a lo que es?”. Y sigue: “Cuando reconoces este hecho, también te das cuenta de que ahora eres libre de renunciar a este conflicto fútil, al estado interno de guerra”.
Él nos convoca a rendirnos ante lo que es, para encontrar mayor paz y que este estado transforme también aquello que experimentamos. “¿Cómo te sientes cuando no quieres estar donde estás: en el embotellamiento, en tu puesto de trabajo, en la sala de espera del aeropuerto con la gente que te acompaña? En esas situaciones, el “no quiero estar aquí”, además de inútil, es disfuncional. Te hace infeliz y hace infelices a los demás. El “no” habitual y reactivo fortalece el ego. El “sí” lo debilita. Tu identidad en la forma, el ego, no puede sobrevivir a la rendición.
Según explica, cuando nos resistimos a estar haciendo lo que tenemos que hacer le decimos “no” a la vida y por eso no terminamos de conseguir buenos resultados.
“Cuando dices ‘sí’ a la vida tal como es, cuando aceptas este momento como es, puedes sentir dentro de ti un espacio profundamente pacífico. El ‘sí a lo que es’ revela una dimensión de profundidad en ti que no depende ni de las condiciones externas ni de la condición interna de los pensamientos y emociones en constante fluctuación”, Tolle lo sabe.
Cuando uno deja de resistirse a lo que es tal como es y se rinde, sucede el milagro. Las situaciones y las personas se vuelven más armoniosas y aparece un sentimiento de paz. Y afirma: “Cuando abandonas la resistencia interna, a menudo descubres que las circunstancias cambian para mejor”
Que así sea.
Por Natalia Carcavallo
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