CAPITULO 1 . La guerra de todos contra todos
Fátima, de quince años, ha quedado ensordecida con la estruendosa explosión que ha surgido de la habitación contigua.
El impacto la ha arrojado al suelo y tras unos minutos de confusión, intenta reponerse a trastabillones entre las ruinas que la rodean.
Respira un humo denso que no le permite orientarse en el lugar que tantas veces ha recorrido. Desesperadamente empieza a buscar a su pequeña hermana Nadiya, de cinco años, pero pronto debe protegerse ya que una ráfaga de disparos surge desde el fondo de la calle en su barrio en Ard al Hamra.
Por unos segundos recordó las apacibles tardes de febrero, cuando su madre preparaba dulces de mushabbak, mientras el viento susurraba entre las hojas de los olivos suavemente. Los gritos de los comba-tientes pronto la arrastraron a esta nueva realidad terrible y confusa.
Ella no supo distinguir si en las calles eran militares del gobierno o insurgentes que controlan el lugar, quienes reaccionaban alocadamente ante el aparente bombardeo aéreo. Esa tarde plácida de febrero en su memoria, unos segundos antes, se transformó en algo de rencor al pensar en la indecisión de su madre de abandonar el hogar tras las noticias de la masacre en Karam al-Tarab. A pesar del horror, era difícil dejar atrás el esfuerzo construido durante cuatro generaciones y ampararse en la promesa incierta de un campamento de refugiados en la frontera con Turquía.
Sus oídos, que solo escuchaban ruidos secos de metralleta y un prolongado zumbido, empezaron a aclararse con la sensación de una voz desgarradora e irreconocible. Desde un opaco velo de humo, el halo de luz del amanecer despejaba la figura de su madre que lentamente llevaba en brazos a la pequeña Nadiya, destrozada por el impacto de la bomba y cuya boca parecía moverse lánguida, arrojando los últimos suspiros que permitían aún sus pulmones o quizás, los restos de su voluntad. Fátima no podía moverse ante la impresión de esa escena y siguió con sus ojos a su abatida madre que se perdía entre la vorágine del lugar. Nadiya tuvo entre sus manos su pequeña historia, tan llena de significado en la vida de su familia por el carácter alegre y travieso que la caracterizaron. Arrebatada por un odio que no le pertenece, toda su historia, todas las bromas que hizo a Fátima, todas sus ganas de vivir, se transformarían al parecer en un dígito más en el periódico de un diario londinense la mañana siguiente.
Toda una vida humana, no resultaba sino un número sin mucho sentido para cualquier persona a unos kilómetros de Aleppo.
«El autor nos conduce a una búsqueda humana, donde el ser como parte de un todo, que parece haber olvidado, debe reencontrarse con un principio primario: la unión con los otros, con los nuestros porque en esencia “todos somos uno”. Una obra crítica y reflexiva que invita a acompañar a la palabra con voluntad y acción»
Diosceline Camacaro Martínez,
Periodista (Venezuela)
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Caminos, es una invitación a reconocer y comprender las distintas sabidurías que existen a nuestro alrededor. Mirar el mundo a través de una perspectiva más amplia nos permite conocer de mejor forma el espíritu humano y por ende a nosotros mismos. Nos alejamos de miedos infundados, posturas rígidas y juicios egoístas. De esta forma podemos vivir en la realidad de la diversidad, a través de la empatía con mayor bienestar.
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