El marketing de la felicidad nos está matando lentamente, nos aplasta y nos anula. La era de las fórmulas para estar bien y nuestra dificultad para no caer en la trampa.
Por Natalia Carcavallo
Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa. El pecado, el castigo, la penitencia y la absolución de lo todo lo malo en nosotros por intermediarios de Dios, parecen conceptos de una vieja época dominada por las religiones tradicionales.
Sin embargo, aquellos valores regulatorios que antes procedían de las instituciones impregnadas de un poder especial como Iglesias y Reyes no desparecieron, sino que tomaron otra forma mucho más peligrosa.
Ahora es más difícil identificar de qué fuerzas de manipulación, adormecimiento y control social hay que intentar liberarse, porque están entre nosotros, naturalizadas por las redes sociales, y atravesándonos por completo en vínculos e intercambios y reforzadas por la cultura de la felicidad fast food.
A veces una crisis no es una oportunidad, te golpea, te limita y te deprime.
La jerga se expande como un virus en todos los ámbitos. Las frases son usadas hasta la tortura emocional. Adornadas con cotillón visual lo empeoran todo. “Sé tu mejor versión”, “Si no te gusta tu vida, cambiala”, “Para ser feliz, no tomes una pastilla, toma decisiones”, “Si sucede conviene”, “Todo es una cuestión de actitud”, “El Universo te lo dará” y ¿cuántas otras más?
El marketing de la felicidad nos está matando lentamente, nos aplasta y nos anula.
El imperativo de agradecer todo lo que nos sucede y tomarlo como una oportunidad, es una de las mayores perversiones de este tiempo.
A veces una crisis no es una oportunidad, te golpea, te limita y te deprime. En muchas ocasiones, que tu pareja te abandone no es una liberación, nos duele, nos hunde y nos hace sentir muy mal.
Cuando tocamos fondo, no es una fiesta pensar que «sólo nos queda el subir».
Se siente el fracaso hasta en los huesos, la experiencia es solitaria y aterradora.
Si no logramos generar los recursos suficientes
¿es simplemente porque no permitimos que la energía de abundancia fluya en nuestro interior?
Y se vuelve aún peor cuando alguien recibe un diagnóstico malo.
Además de saber que estamos enfermamos y que debemos enfrentar un proceso de curación,
¿tenemos que asumir, además, que es nuestra culpa?
¿Realmente debemos ser positivos y creer que es sólo una nueva oportunidad para sanarnos en profundidad?
Mientras padecemos la incertidumbre de recuperación y ponemos el cuerpo
¿vamos a cargar con la culpa y creer que es nuestra única responsabilidad?
“¡Seamos valientes!
Salir de esto sólo depende de la actitud con la que atravesemos el proceso!”.
Es una exigencia tremenda.
Hace unos años la reconocida escritora y activista americana Bárbara Ehrenreich, escribió Sonríe o muere.
La trampa del pensamiento positivo, un contundente libro que deja en evidencia la perversión de la psicología positiva y los estragos que está haciendo a nivel colectivo y sobre cada persona que se vuelve feligrés de este nuevo Evangelio de la Prosperidad.
Bárbara había sido diagnosticada de cáncer de mama. Estaba enojada, aterrada y llena de incertidumbre
¿Qué recibió de su entorno?
Frases de autoayuda de esta new age de afirmaciones positivas que nos aplana el cerebro y el corazón.
Cuando una persona cercana se atrevió a decirle que debía tomar el cáncer como un regalo, fue el límite.
Sonríe o muere se convirtió además en una denuncia sobre el nuevo control social que pretende generar este imperativo de la felicidad.
Algo habrá hecho
«El pensamiento positivo es en realidad un brillante método de control social, ya que anima a la gente a pensar que no hay nada malo en el sistema (la economía, la contaminación ambiental). Y que lo que está mal tiene que ver con la actitud personal de cada uno. Es una ideología con un gran apego al sistema, a todas sus desigualdades y sus abusos de poder», explica Bárbara Ehrenreich,.
Además, es un sistema que fomenta la cultura del individualismo y elimina la empatía y el sentimiento de colectividad. “Estas formas pueden asemejarse a una forma de control social.
Si le dices a la gente que cualquier cosa que le pase es culpa suya y que eviten a cualquiera que es un perdedor o un quejoso, realmente estás previniendo cualquier tipo de crítica organizada o de resistencia”, detalla la escritora en una entrevista.
En su libro también describe los perversos efectos del abuso de la psicología positiva en las empresas: “Mires a donde mires, te encuentras con la jerga empresarial: incentivos, valor añadido, pasos adelante; las mismas cadenas de mando, las mismas oficinas con iguales mesas y cubículos, la misma funcionalidad neutral, sin concesión alguna a la estética; la misma fe en la motivación y en el espíritu de equipo prefabricado”. Ella dice que esta “ cultura” es la que silencia a los empleados despedidos y a los que se quedaron trabajando el doble.
Cambiar para que nada cambie: el falso sentido de libertad.
Bárbara Ehrenreich también hace esta misma analogía de los nuevos mandamientos con las viejas religiones. “Ambas insisten por igual en el trabajo y en esa constante tarea de vigilancia interna. El calvinista analizaba lo que pensaba y sentía buscando síntomas pecado o autocomplacencia. El pensador positivo se pasa la vida al acecho de pensamientos negativos. El yo interno se convierte en un antagonista con el que uno está siempre en perpetua lucha; el calvinista combate sus pecados y el pensador positivo su ‘negatividad’ ”.
Es cierto que la empatía y las historias de resiliencia son inspiradoras y pueden hacernos bien. A veces funcionan como un soporte y otras como un catalizador para poder proyectar una potencia interna bajo esa emoción que aparece resumida en “ Si ella puede, yo también”. Sin embargo, no siempre es así. Un problema no es siempre una oportunidad. El caos no es creativo por sí mismo.
La cura de tu enfermedad no sólo depende de vos. La aparición de la enfermedad, tampoco. Cuando uno pide, el universo provee. A veces no.
Si empezamos a dejar de postear compulsivamente frases donde se inscriben con colores, mariposas y atardeceres los mandatos modernos de “Soltar” y “Sé tu mejor versión”, podríamos empezar a aliviar la tontera inconsciente que muchos predican. La autoayuda perversa, llena de manipulación a través de la culpa y de la insuficiencia, es un mal de época que se ha naturalizado.
La vida a veces se pone difícil. Estamos agotados, golpeados, solos y llenos de incertidumbre. Hay etapas donde no encontramos el rumbo y nada parece tener sentido. Te banco Fito, pero a veces no es sólo una cuestión de actitud.
Natalia Carcavallo
wetoker.com