Habitarse. Después de meses de encierro y de esfuerzos desmedidos, individuales y colectivos, para acomodarnos a una nueva forma de vivir, estamos frente al pico de la crisis.
Con qué herramientas podemos hacer frente a lo que vendrá.
Por Natalia Carcavallo
Ahora que nuestra paciencia flaquea y el hartazgo toma protagonismo, muchos sentimos la urgencia interna de volver a salir y de empezar a recuperar alguno de nuestros hábitos conocidos. Se precipita una necesidad imperiosa de trascender los límites del afuera y en paralelo, las restricciones se hacen mayores.
¿De dónde vendrá ese plus de fuerza y de resistencia
que desconocemos hasta que una crisis vital se nos manifiesta?
Es inquietante y frustrante a la vez. Hay una exigencia que se siente excesiva.
El fastidio, el miedo y la incertidumbre nos toman de manera más fácil porque muchos de nosotros estamos con las defensas bajas en el exacto momento en el que más altas debemos tenerlas.
Justo cuando sentimos que ya no nos queda resto para seguir soportando esta nueva forma de vida, es cuando más urge redoblar el esfuerzo y volver a “guardarnos” dentro de nuestras casas y dentro de nosotros mismos.
¿Dónde podemos encontrar ese tanque de reserva energético, psicológico, vital y emocional para transitar el último tramo del camino?
¿De dónde vendrá ese plus de fuerza y de resistencia
que desconocemos hasta que una crisis vital se nos manifiesta?
Para muchos aparecerá a través de la fe, para otros del compromiso social, para la mayoría del propio miedo que lo alerta y, de cierta manera lo cuida, para muchos más, de su conciencia de responsabilidad de no ser agente de contagio de otros. Las razones son infinitas. Lo que es cierto es que siempre se puede un poco más.
“Toda crisis es una oportunidad”, es una afirmación que sintetiza una profunda sabiduría milenaria, pero ha sido mal usada, banalizada y desmineralizada de sentido que tomarla como soporte parece como mínimo, naif. Sin embargo, en todo este tiempo de alarma, de soledades, de miedos, de restricción y de angustia, ciertamente hay una oportunidad.
Vivir es habitar la incertidumbre
Sin ánimos de romantizar esta crisis, hay algo en este tiempo sin tiempo que puede convertirse en una posibilidad para que el encierro tenga un sentido adicional que evitar el contagio del virus: habitarnos.
“Habitarse a uno mismo” es la capacidad que todos tenemos de tomar real contacto con lo que somos ahora y con lo que sentimos en este momento. Cuando uno logra habitarse es capaz de experimentar cómo el alma se reencaja en el cuerpo.
Al habitarnos dejamos de resistirnos y vamos recuperando cierta coherencia con nuestras emociones y la aceptación de lo que es tal como es. Empezamos a hacernos uno con nuestro cuerpo y con todo lo que somos ahora.
Es una de las formas posibles de iniciar un verdadero camino de autoconocimiento que sin lugar a dudas nos llevará a un lugar mejor dentro de nosotros mismos y por correspondencia, fuera de nosotros, también.
‘Habitarse a uno mismo’ es la capacidad
que todos tenemos de tomar real contacto con lo que somos ahora
y con lo que sentimos en este momento.
En ocasiones, lo que nos obliga a habitarnos es un dolor muy grande. Cuando podemos hacerle lugar y permitirnos quedarnos ahí por un tiempo, con aceptación esa emoción empieza a perder fuerza, comienza a desaparecer. Habitarnos es aceptar lo que somos tal cual somos y tal cual lo sentimos, y en ese acto, lo no visto, lo no reconocido y lo negado dejan de tener tanto poder.
Habitarnos es permitimos experimentar todos los diferentes estados y atravesarlos con la mayor conciencia posible. Es darle lugar a emociones dispares y contradictorias y a nuestros erráticos pensamientos.
De esta forma, empezamos a recuperar una libertad difícil de describir. Al damos cuenta que estamos en permanente transformación, dejamos de definirnos con falsas etiquetas. Ninguno de esos momentos ni de esos estados impermanentes harán identidad en nosotros.
Somos cambiantes en nuestra forma de anticiparnos al futuro, de autopercibirnos, de observar y de sacar conclusiones sobre los acontecimientos externos.
Habitarse
Un día nos levantamos sintiéndonos capaces de todo, agradeciendo por lo que sucedió .Al día siguiente, despertamos casi atontados, desganados, abrumados y el por venir se percibe en blanco y negro.
En los últimos tiempos, ni siquiera debemos esperar “a la mañana siguiente”.
Durante el mismo día, pasamos por una multiplicidad de emociones y pensamientos de los más disímiles.
Si los podemos habitar, iremos ratificando que no nos define un ataque de furia, un llanto acongojado sin sentido aparente, ni un éxtasis momentáneo provocado por amor virtual.
Habitarnos
Habitarnos es tomar conciencia de que en nuestro interior suceden una simultaneidad de eventos contradictorios y quizás hasta incoherentes. Es comprender, también, de una forma muy profunda, que somos más que la angustia, el miedo y la suave alegría de un momento de paz.
Es Walt Whitman escribiendo:
“¿Que yo me contradigo?
Walt Whitman
Pues sí, me contradigo. Y, ¿qué?
Yo soy inmenso, contengo multitudes”.
Al bajar la guardia y permitirnos entrar en contacto con todo ello, seguramente encontraremos emociones que nos parezcan horribles, deseos reprimidos, sueños postergados, impotencia y victimización. Sin embargo, estoy convencida de que el proceso también puede ser tal como Albert Camus lo describió.
“En medio del odio descubrí que había, dentro de mí, un amor invencible.
En medio de las lágrimas descubrí que había, dentro de mí, una sonrisa invencible.
En medio del caos descubrí que había, dentro de mí, una calma invencible.Me di cuenta a pesar de todo eso…
Albert Camus
En medio del invierno descubrí que había, dentro de mí, un verano invencible.
Y eso me hace feliz.
Porque esto dice que no importa lo duro que el mundo empuja contra mí;
en mi interior hay algo más fuerte, algo mejor, empujando de vuelta.”
Que así sea.
Por Natalia Carcavallo
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