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Kairós, el tiempo sin tiempo.

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Tiempo kairós, el tiempo sin tiempo de la inspiración y la oportunidad.
Hay momentos en que el tiempo se acelera.
No entendemos de qué forma hemos llegado nuevamente a un día significativo.
Entonces, con cierta nostalgia, pronunciamos la frase: La vida se pasa muy rápido.
Por Natalia Carcavallo

En otros momentos, el tiempo no pasa más. Hay instantes eternos que nos marcan para siempre, hay horas interminables, hay semanas que duran meses y años que se esfuman sin que podamos recordar qué hicimos durante su paso, ni dónde estábamos ni cómo nos sentimos.

Sin embargo, muchos de nosotros caemos cada tanto en ese automatismo dañino, de pensar el tiempo de forma lineal. Lo medimos de forma cuantitativa y apilamos los meses, creyendo que la vida sigue parámetros de causa – consecuencia, de continuidad y de un ritmo consecuente que se pueden planificar. Considerar el tiempo de esa forma nos produce cierto ordenamiento cotidiano y paradójicamente, puede generarnos demasiada confusión.

Perder el tiempo

Perdí demasiado tiempo”, me susurró hace unos días, una persona muy querida. Pronunció las palabras con pesar, con arrepentimiento y con cierta culpa, así como se hace una confesión. Me lancé a su rescate con una soga entrelazada de cuestionamientos. Esa creencia tan arraigada, que estaba amplificando su estado de abatimiento no era justa.

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¿Por qué seguimos midiendo nuestra vida bajo parámetros tan engañosos?
¿No hemos tenido experiencias extraordinarias de reencuentros en las que pareciera que el tiempo nunca pasó?
¿No crecimos en tres semanas lo que jamás maduramos en décadas?
¿Nos ha pasado la vida en un instante?
¿No pegamos la vuelta de muchos comportamientos adultos y recuperamos el juego y el asombro de una edad que no nos corresponde? 
¿Quién de nosotros se siente tal como sus años lo indican?

En esos intentos que hacemos por encajar, planificamos nuestro día, la semana, el año y la vida misma, en función de un tiempo que es relativo. Creamos listas de cosas a resolver durante la semana, propósitos para el año que inicia, proyectos a cumplir de aquí a cinco años.

El tiempo no es lineal. 

Experimentamos la vida en tiempos relativos sin darnos cuenta.
Sin embargo, nuestra mente racional sigue eligiendo categorizarlo de formas incómodas.
De esa forma, llegamos a conclusiones erradas. Conclusión tras conclusión vamos conformando una identidad, una autopercepción y un destino que dejan de considerar lo importante.

El tiempo concebido de forma lineal, medido en años humanos, es una tortura.
Es un límite que pretende convertirse en el amo y señor de nuestra vida.
Todos y cada uno de nosotros podemos trascenderlo si nos atrevemos a pensarlo de otra forma.

¿Quiénes seríamos si permitiéramos definirnos por un tiempo diferente? Los diferentes tiempos tienen un nombre, un Dios, desde hace una eternidad.

El tiempo Kairós

Desde la Antigüedad, en Occidente el tiempo lineal estuvo regido por Cronos, en la mitología griega y por Saturno en la romana. Sus historias, sus condenas, los vínculos con su Padre y con sus hijos están llenos de significados maravillosos para quien quiera profundizar. Los griegos también concibieron otra forma diferente de tiempo y lo llamaron Kairós.

Cronos representaba este tiempo lineal, el que se puede medir y que nos permitía tomar conciencia de las consecuencias de su transcurrir. Kairós, en cambio, es el tiempo sin tiempo, el tiempo correcto, el de la inspiración y el de la oportunidad.

Es un tiempo que dura mil años y al mismo tiempo, un suspiro, no tiene antes ni después.
Es el momento de la revelación, el del insight, el “aha moment”.
Un presente simple, un presente continuo y un presente compuesto. Kairós es el momento en que algo importante sucede, el momento adecuado, el tiempo de Dios.
Es ese tiempo en el que algo más grande que nosotros se manifiesta. De pronto quedamos suspendidos, y encontramos un sentido.

Rebelémonos

Rebelémonos contra el paso del tiempo y contra el peso del tiempo.

El tiempo medible tal cual lo hemos aprendido puede darnos estructura. Sin embargo, cuando lo inesperado sucede, cuando un momento vital se propicia, el tiempo es eterno y nos transforma para siempre. Detenidos, expectantes, envueltos en un halo de vida, el verdadero tiempo se abre paso y la vida en toda su grandeza, se manifiesta.

Kairós se hace presente en nuestra vida en lo trascendente, en las experiencias límites, en los instantes de éxtasis y en los de mayor dolor. Se cuela sin que lo podamos advertir, en esos momentos en los que una conversación profunda se produce, en el que un gesto nos sana, en el que un abrazo permite que el alma se vuelva a encarnar. El tiempo de Kairós también es cotidiano. Le devuelve la Gracia a nuestra vida y disipa el tedio y la apatía.

No hay tiempos muertos

Necesitamos abandonar la percepción de nuestra vida de acuerdo al paso del tiempo. 
No podemos medirnos de forma lineal, y menos aún en ese antiguo orden restringido de causa-consecuencia. No hay tiempos muertos.

Como si tuviésemos poca presión, hace algunos años se instaló el imperativo de “hackear el tiempo” ¿Cómo ser más eficientes?
¿Cómo aprovechar el día?
¿Cómo obtener mejores resultados en plazos más cortos?
En esas búsquedas sí, perdemos el tiempo. 

Cuanto más intentamos hackear el tiempo, más el tiempo nos hackea a nosotros.

De forma reiterada, mi hija sueña que su bisabuelo le dice “No hay tiempo”.
Cada mañana en que recibo ese mensaje a través de ella, recuerdo esa antigua oración sagrada:


“Si no soy yo, ¿quién?
Si no es aquí, ¿dónde?
Si no es ahora, ¿cuándo?”.
La vida es ahora.

Para todo lo demás, la respuesta está en las frases que pronunciamos a diario sin ser conscientes de la sabiduría que implican: “Cuando Dios quiera”.

Al final siempre son los tiempos de Dios. Que así sea.
Natalia Carcavallo
http://www.wetoker.com/

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