MALCOMIDOS de Soledad Barruti
¿Por qué las vacas ya no comen pasto? ¿Desde cuándo los criadores de pollos no comen pollo? ¿Qué peligros esconde una ensalada? ¿Qué hay detrás de cada delicado plato de sushi? ¿Cuáles son los ingredientes secretos en los alimentos procesados? ¿Qué relación hay entre la falta de trigo, la exclusión social, el asesinato de indígenas y las catástrofes naturales? ¿Por qué cada día hay más obesos, más diabéticos, más hipertensos y más enfermos de cáncer?
Los alimentos y la alimentación son el tema en el que confluyen los conflictos más relevantes de esta época: la corrupción, el delito, la experimentación científica, la especulación financiera, la debilidad del Estado ante las corporaciones, el cambio climático, el desequilibro ecológico y las convulsiones sociales. La población mundial crece y reclama comida y eso representa una oportunidad única para nosotros, es el argumento de quienes apoyan este sistema que nada tiene que ver con la prosperidad que celebra. Mientras la Argentina se promociona como la góndola del mundo, el avance sideral de la soja que parece cubrirlo todo es apenas el fenómeno más visible y polémico de una transformación que está cambiando como nunca el país, modificando la comida, el modo en que se la produce y el efecto que tiene sobre nosotros.
Feedlots en la pampa húmeda, criaderos en Entre Ríos, plantaciones en el Gran Buenos Aires, desmontes en Chaco, puertos en Chile y el Litoral, poblaciones devastadas en todo el país. Después de recorrer durante dos años los escenarios de este nuevo mapa, Soledad Barruti despliega una investigación rigurosa y a la vez inquietante que explica por qué estamos mal comidos, peor encaminados, pero todavía a tiempo.
Aqui un Extracto del libro donde Soledad relata su testimonio en un criadero de gallinas de Argentina.
…” El olor del gallinero es ácido, como un baño químico después de un recital. El sonido de las diez mil gallinas que cacarean una sobre la otra es un único grito que aturde.
Y la imagen: las jaulas no tienen más de veinte por veinte centímetros, pero por dentro contienen cinco o seis gallinas cada una. Son jaulas acomodadas una junto a la otra y, a la vez, apiladas una sobre la otra formando largas y altas hileras de gallinas.
El gallinero son inmensas paredes tapizadas de animales que gritan y defecan sin parar y cada tanto expulsan un huevo que rueda hacia una canaleta que une las jaulas horizontalmente.
Es raro, pero resulta que para entender lo que significa diez mil gallinas viviendo juntas es mejor mirarlas de a pocas y de cerca, asomándose a las jaulas.
Sin cesar se pisotean unas a otras como si escalándose fueran a llegar a algún lado. En cada jaula las gallinas forman una pirámide que, cuando se rompe, las lleva a atropellarse para sacar mecánicamente las cabezas entre las rejas.
Una y otra vez repiten los movimientos como en una coreografía espasmódica. Hace meses que están encerradas y nada podría hacerles creer que van a escapar, y, sin embargo, la resistencia continúa.
Las gallinas tienen los cuellos y los lomos pelados de un rosado sanguinolento. En algunos casos, sus ojos están tan entrecerrados por el fuerte amoníaco, que parecen ciegas.
Los picos de estas gallinas son planos, como si hubieran chocado de frente contra una superficie plana. Se los cortan a los pocos días de nacidas, para evitar que se picoteen unas a otras, pero si se quieren lastimar igual se lastiman.
Alcanza con que a una le sobresalga un poco de carne de una herida cualquiera para que las otras la ataquen hasta matarla.
Adentro de la jaula, la vitalidad de las gallinas se traduce en esa lucha incesante de armar montañas y caer, sacar los cuellos y las patas a través de las rejas…”
..”En el pasillo de la izquierda están las gallinas del replume:
“Animales viejos en proceso de rejuvenecimiento productivo“.¿De qué se trata?
De hacer que las gallinas que no están dando huevos vuelvan a poner“.
Marcelo explica que si uno deja de alimentarlas por diez o quince días, las gallinas pierden las plumas y dejan de dar huevos completamente, para después, doble ración de por medio, volver a hacerlo con ganas.
Encerradas en las mismas jaulas que sus vecinas emplumadas, las gallinas del replume parecen todavía más chicas. Hace doce días que no comen. Miran a las que están enfrente con sus comederos llenos y si bien es imposible saber qué piensa o siente una gallina la imagen es lamentable. Hay algunas que ya ni se paran. Cierran los ojos y sus crestas caen sobre su cabeza ladeada. El pestañeo cada vez más largo, más pesado. Una posa la cabeza sobre la otra.
Como si lentamente se estuvieran rindiendo en un silencio profundo. Otra que todavía conserva un poco de energía está tan flaca que se escapa entre los barrotes de la jaula que unos días atrás la apretujaba. No es que vaya a llegar muy lejos. Tambaleándose como si estuviera borracha o aturdida intenta encontrar una pizca de algo entre el guano que arrojan incesantemente las gallinas que siguen siendo alimentadas. El suelo por el que camina bajo las jaulas es caca movediza por las larvas de las moscas: las únicas que parecen anidar en este gallinero. *Probamos todo tipo de venenos para erradicarlas, pero es imposible porque acabar con las moscas es envenenarnos nosotros*, dice Marcelo mientras sujeta a una de las escapistas. *Mirá*, dice sosteniéndola. Le pellizca la piel del cuello para mostrarme, finita como la piel que cubre las venas de la muñeca: *Es puro hueso, ya no le queda nada. Pero si venís en dos semanas, y sobrevivió parece como nueva. Resucita*.
Después de pasar tantos días de hambre y sed, a las gallinas les dan comida extra, con calcio y proteínas, y durante unos meses =que justifican su lugar entre los vivos= vuelven a dar huevos como cuando eran jóvenes. *No es que dura mucho, unos meses, ponele*, dice Marcelo. ¿Y después? *Después se puede repetir el replume. Hasta tres veces hay quien lo repite, pero tienen que ser gallinas fuertes, de otra manera no sobreviven*.
A las gallinas muertas en la jaula nadie se las come. Ni siquiera los perros de Marcelo que pasan al lado de una pila de cinco aves muertas, las olisquean y siguen de largo. *Igual, a las que ya cumplieron su ciclo nos las compra el frigorífico, así que a ésas alguien se las come… =dice Marcelo=. *Por ahí en esos calditos instantáneos, o como pollo, quién sabe*.
Le cuento a Marcelo lo que sé: que las gallinas de estos gallineros se venden a África o a Perú.
Y que en Argentina se sirven como pollo en algunos aviones y que sólo unas partes =como las cabezas= van a parar a caldos o sopas instantáneas.
Él me mira, hace una mueca de asco, y toca apenas con la punta de la bota el cuerpo todavía blando de una gallina recién muerta: “Yo una de éstas no me como ni loco”, dice.
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Malcomidos – Buenos Aires Market
Nota en Puerco Espin web
Entrevista a Soledad Barruti Malcomidos | Fundación Proteger
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