La persona que se muerde las uñas tiene miedo a su propia
agresividad y por ello, simbólicamente, destruye sus armas.
El morderse las uñas no solo se presenta habitualmente como un síntoma transitorio en niños y adolescentes, sino también en adultos y puede prolongarse durante décadas. Este síntoma tiene difícil tratamiento.
El carácter psíquico del impulso de morderse las uñas esta bien claro, y el reconocimiento de esta motivación tendría que servir de ayuda a muchos padres cuando este síntoma aparece en un niño. Porque las prohibiciones, amenazas y castigos son las reacciones menos adecuadas.
Lo que en los seres humanos llamamos uñas son en los animales las zarpas. Las zarpas sirven ante todo para la defensa y el ataque, son instrumentos de agresión.
Sacar las uñas es una expresión que utilizaremos en el mismo sentido de enseñar los dientes. Las zarpas muestran las disposiciones sobre la lucha. La mayoría de los animales de presa mas evolucionados utilizan las zarpas y los dientes como armas.
¡El acto de morderse las uñas es castración de la propia agresividad!
La persona que se muerde las uñas tiene miedo a su propia agresividad y por ello, simbólicamente, destruye sus armas.
Mordiendo se descarga parte de la agresividad, pero no la dirige exclusivamente contra si mismo: uno se muerde su propia agresividad.
Muchas mujeres adolecen del síntoma de morderse las uñas, sobre todo porque admiran a las mujeres que tienen las uñas largas y rojas.
Las uñas largas pintadas del marcial color rojo, son un símbolo de agresividad especialmente bello y luminoso: estas mujeres exhiben abiertamente su agresividad.
Es natural que sean envidiadas por las que no se atreven a reconocer su agresividad ni mostrar sus armas.
También querer tener las uñas largas y rojas es solo la formulación externa del deseo de poder ser un día francamente agresiva.
Cuando un niño se muerde las uñas, ello indica que el niño pasa por una etapa en la que no se atreve a proyectar hacia fuera su agresividad.
En este caso, los padres deberían preguntarse en que medida, en su manera de educarlo o su propia conducta, reprimen ellos o valoran negativamente el comportamiento agresivo.
Habrá que procurar dar al niño la ocasión de manifestar su agresividad sin sentirse culpable.
Generalmente, este comportamiento desencadenara ansiedad en los padres, ya que, si ellos no hubieran tenido problemas de agresividad, ahora no tendrían un hijo que se muerde las uñas.
Por lo tanto, seria muy saludable para toda la familia que los padres empezaran por reconocer su falta de sinceridad y trataran de ver lo que esconde tras la fachada de este comportamiento.
Cuando el niño, en lugar de respetar los temores de los padres, aprenda a defenderse, ya habrá vencido prácticamente este hábito.
Pero los padres, mientras no estén dispuestos a rectificar, por lo menos que no se lamenten de los trastornos y los síntomas de los hijos.
Desde luego, los padres no tienen la culpa de los trastornos de los hijos, pero los trastornos de los hijos reflejan los problemas de los padres.
Extraccion del libro:
La Enfermedad Como Camino, de Thorwald Dethlefsen y Rüdiger Dahlke
Título original: Krankheit als Weg