Inmerso en un contexto, la marea colectiva de pensamientos externos nos atrapa.
¿Cómo apagar los pensamientos y recuperar la calma?
“Cuando entras en el ahora, sales del contenido de tu mente. La corriente incesante de pensamientos se apacigua.
Los pensamientos dejan de absorber toda tu atención, ya no te ocupan completamente.
Surgen pausas entre pensamientos, espacio, quietud.
Empiezas a darte cuenta de que eres mucho más profundo y vasto que tus pensamientos”.
Esta es una de las tantas enseñanzas que Eckhart Tolle transmite hace años a través de sus libros, conferencias y videos. El reconocido escritor ha dedicado mucho de su tiempo a tratar de hacer tomar conciencia de que el único momento real es el presente.
Esta idea, también retomada por los más prestigiosos especialistas en Mindfulness, es un principio fundamental en muchas religiones y cosmovisiones de todo tipo. Sin embargo, contactarnos con el ahora y con ese verdadero presente al que se hace referencia lleva mucho tiempo de práctica y de trabajo personal.
Si nos dejamos tomar por completo por las de emociones, pensamientos y acciones del afuera, nos perdemos a nosotros mismos y podemos sentirnos limitados por completo, víctimas y vencidos.
Antes de llegar a eso, muchas veces, contactarse con el presente, duele, incomoda, angustia y pesa.
Por más trabajo personal que hagamos para estar bien, en tiempos de incertidumbre, la marea colectiva de pensamientos externos también nos influye. No estamos solos en el mundo. No hay un afuera, consecuencia del adentro.
Hay vincularidad entre estas dos partes. La conciencia social y el sentirnos parte de un colectivo, hace que todo nos influya más.
La idea de tener control total es una fantasía. Estamos atravesados por nuestras propias situaciones y por lo que acontece también a nuestro alrededor. Si somos seres sensibles y comprometidos con algo más allá del ego, los esfuerzos individuales suman pero no son suficientes.
Sabiendo que hay situaciones que debemos enfrentar, lo único que podemos decidir es de qué manera lo vamos a hacer.
Si nos dejamos tomar por completo por las de emociones, pensamientos y acciones del afuera, nos perdemos a nosotros mismos y podemos sentirnos limitados por completo, víctimas y vencidos. Si logramos llevar los tiempos de incertidumbre con un grado de mayor conciencia, quizás se vuelva todo menos doloroso.
Esta es otra de las certezas de Tolle: “Cuando pierdes contacto con la quietud interior, pierdes contacto contigo mismo.
Y cuando pierdes contacto contigo mismo, te pierdes en el mundo”.
Lo mejor que podemos hacer es tratar de recuperar el estado mayor de armonía que seamos capaces de alcanzar.
A veces algunas herramientas, nos ayudan y nos dan soporte para cambiar la frecuencia.
Por supuesto que ninguna de ellas van a solucionar algo, pero sí servirán para cuidar nuestra energía y nuestros pensamientos.
Practicar el límite con las influencias nocivas, nos puede devolver cierto estado de paz en medio del caos, aunque sea por momentos.
Silencio
Encontrar momentos de silencio absoluto nos ayuda a volver al eje.
Apagar la radio y la televisión cuando sentimos que aquello que estamos consumiendo nos está alterando es una buena práctica.
También es fundamental encontrar formas de hacer silencio interior.
Muchas veces la conversación interna nos perjudica más que aquello que recibimos.
La toma de conciencia de esta charla es fundamental.
¿Qué nos estamos diciendo a nosotros mismos?
¿Qué estamos hablando internamente sobre el otro?
Cambiemos de tema
Además es bueno intentar regular los temas de conversación.
¿A qué charla nos estamos sumando?
Es una ley bien sabida que aquello a lo que le prestamos atención, crece. Si bien, en tiempos de incertidumbre es muy difícil hablar de otras cosas, propiciar otro tipo de intercambios puede colaborar a ampliar la perspectiva de que también suceden otras cosas.
Cuando nos resulta muy difícil frenar los pensamientos y las conversaciones y el silencio es un imposible, conectar con la propia respiración, siempre es una buena herramienta para empezar a calmar los estados. En la web está lleno de ejercicios, aplicaciones gratuitas, podcast y videos a disposición que sirven de guía para iniciar las prácticas.
En muchas aplicaciones de música, también están disponibles los solfeos (o solfeggios ) que son sonidos de determinada frecuencia que tienen impacto en cómo nos sentimos.
Poder cuidar el ambiente en el que vivimos o trabajamos haciendo sonar música, como la de Deva Premal y otros tantos, nos puede ayudar a recobrar un estado de paz. Por más que no entendamos los mantras que ella recita y canta, la sola escucha de estos estímulos propician mejores estados, nos ayuda a cambiar la frecuencia.
Otras acciones que podemos sumar es poner sahumerios en nuestros ambientes.
“Al quemar cáscaras secas de cítricos, flores, en especial rosas e hibiscos, sándalo rojo y benjuí, hay algo que se modifica. La acción de sahumar y estos aromas facilitan que nos sintamos en un ambiente más armónico. Si percibimos que el ambiente está muy cargado, podemos sahumar contrayerba, que es muy depurativa, lavanda y salvia. Las resinas como incienso y mirra también son muy beneficiosas”, así lo explica Agustina Brun, una especialista en la materia que ha aprendido y experimentado muchos de los secretos de limpieza y purificación que guardan las tradiciones nativas de América.
Baños corporales
Cuando regresamos de la calle y registramos que estamos agotados y tomados por emociones que no nos benefician, el baño siempre colabora con un reciclado energético.
Agustina recomienda bañarse con sal gruesa, si es posible.
Uno puede frotarse la sal como si fuese jabón, o hacer un montículo de sal en la bañera y darse una ducha sobre él hasta que la sal desaparezca.
“También son muy buenos, los baños de descarga a base de laurel, romero, contrayerba y ruda. Podemos incluso, reforzarlos con incienso y palo santo”, aconseja.
Agustina se ha dedicado a profundizar en la sabiduría de los pueblos originarios y además coordina talleres para enseñar a otros rituales como estos.
Los símbolos de protección
La sabiduría popular reivindica la portación de piedras, talismanes y símbolos sagrados provenientes de las religiones y de mucho más allá, también. Todos los gemoterapeutas saben que los cristales pueden ayudar de diversas formas a nuestro estado energético.
Agustina recomienda portar turmalina negra o cualquier otra piedra del mismo color como el ónix que funcionan como escudos protectores contra la negatividad. La Amatista es transmutadora.
El Ojo turno, la mano de Fátima, el talismán de San Benito o cualquier otra imagen con la que nos sintamos afines ayuda a cuidarnos y también a focalizar la conciencia en otra cosa.
La selenita, el citrino y portar cualquier piedra en la gama del amarillo, dorado y rojo nos ayudan a sostener la buena frecuencia. Agustina se atreve a más y aporta este “tip bien chamánico”: colocar una piedrita de copal dorado abajo de la almohada para suavizar el sueño y limpiar los pensamientos negativos durante la noche.
Muchas personas utilizan Agua Florida porque produce grandes beneficios.
Este “perfume” es heredado de las culturas chamánicas de Perú. Con él se suelen limpiar los objetos sagrados.
Nosotros la podemos usar en la nuca, en las muñecas y en el tercer ojo.
Algunas personas se ayudan con Oleo 31 o un preparado similar.
El agua de rosas también es una esencia de muy elevada frecuencia que podemos utilizar.
Bailar, transpirar, correr, cualquier acción que nos genere endorfinas, nos ayuda a sentirnos mejor.
Elegir los alimentos sabiendo que lo que consumimos nos impacta en lo emocional es otra buena acción enfocada en un mayor bienestar. Hacernos un espacio para conectar con la naturaleza, en una escapada, en un parque o con el simple hecho de regar una planta y verla crecer, con la atención allí.
Cualquier expresión de arte, los placeres simples nos recuerdan que hay otras formas en las que podemos hacer pie para empezar a sentirnos mejor.
En definitiva, pase lo que pase, siempre podemos reconectar en lo seguro y verdadero, lo original, aquello que para nosotros es sagrado: el contacto con uno mismo, los abrazos de quienes amamos, una charla profunda, un mate bien cebado, las sonrisas cómplices, la mano que sostiene y la que se deja sostener sin miedo y con amor.