Es un mes difícil y la autoexigencia nos lleva a querer cerrar todo antes del 1 de enero.
¿Cómo salir de ese mandato?
Por Natalia Carcavallo
Cuando dejo ir lo que soy me convierto en lo que podría ser, cuando dejo ir lo que tengo atraigo lo que necesito.
Llegó diciembre otra vez. Nos encontramos con los otros y la conversación gira en torno de los mismos temas. Cansancio, crispación, insomnio, estrés y una enorme incertidumbre. Las pretensiones de cada fin de año y el autoexigencia por cumplir aquello que no hemos podido terminar en todos estos meses parecen tomarnos por completo. Hay que cerrar procesos y resolver para recibir el nuevo año, tal como los mandatos nos obligan, con el corazón repleto de esperanza, con certezas, propósitos y metas a manifestar bien claras.
¿Es posible lograr todo esto cuando la energía se nos está agotando?
¿Cambiará algo el paso del 2019 al 2020?
¿La primera semana de enero seremos distintos de aquellos del año anterior?
Sólo con un poco de sentido común sabremos que la respuesta es no.
Entonces, quizás nos sea posible rebelarnos a la obligación colectiva de hacer balances. Quizás sea una mejor opción permitirnos en este tiempo una exigencia menor, no armar ninguna lista de propósitos, ni forzar conclusiones y menos hallar certezas de que es lo aquello que tenemos que hacer el 2020 para sentir que hemos progresado, porque la vida no es lineal y menos puede ser comprendida a través de los ciclos de un año calendario, porque no son naturales.
A veces en diciembre no hay nada de lo que predicaban las tarjetas que llegaban por correo. No hay paz porque estamos en una vorágine de locos intentando cumplir y brindar con todos los que quizás no hayamos visto en meses. “¡Hay que despedir el año!”. La prosperidad se vuelve sospechosa, no podemos planificar con certeza y la felicidad ciertamente es momentánea, como las cañitas voladoras que ya dejamos de prender en las fiestas.
¿Y entonces?
Cuando el afuera está sobrestimulado, quizás lo mejor que podemos hacer es no hacer nada. Parece una osadía o un privilegio de pocos. Recuperar la quietud, la paz interna, callar la mente especulativa e ir dejando que todo se acomode por su propia naturaleza. No es un consejo de la new age fast food. Esta acción sugerida es parte de la sabiduría que hace siglos nos legó el filósofo Lao Tsé. La expresión es Wu Wei, y significa el hacer sin hacer, la acción mínima, sin esfuerzo, la confianza en que la naturaleza de las cosas nos ayudará a reencontrar el cauce correcto. Sin medir, sin especular con los resultados, sin pretensión de manifestar. Es contracultural, es rebelde, pero también es respetuoso y profundo. Si podemos recuperar la perspectiva, veremos que aquello que hoy nos preocupa, nos limita y nos hace creer que si no activamos, nos perderemos de grandes oportunidades, quizás en un tiempo no signifique nada.
La práctica de Wu Wei es no forzar los acontecimientos.
Es esperar con atención el tiempo propicio para que aparezcan los atajos, para que algo se manifieste con claridad, sin deseo, sin propósito, sin medidas de éxito impuestas por el marketing de la felicidad.
Soltar la pretensión de control, las expectativas, los reclamos, nos devuelve una paz que nace en otro lugar.
¿Qué sabemos, nosotros, en realidad lo que es más conveniente, cuál es la puerta que nos lleva al camino correcto?
¿Y si hay algo mejor esperándonos más allá de lo que nuestra pequeña mente sea capaz de pensar, fantasear, enlistar y presumir?
Wu wei no es apatía, es estar en quietud esperando el mejor momento.
Y ese momento rara vez aparece con claridad si estamos viviendo como frenéticamente, cargados de deber ser y de los mandamientos que nos impone el fin de año que es, sin duda, un cierre de ciclo forzado y antinatural
Hay un movimiento que sucede más allá de nosotros mismos ¿Seremos capaces de confiar en ello?
Jung lo dijo así: “¿Qué hicieron estas personas para hacer posible el desarrollo que las liberó?
En tanto lo que puedo ver, no hicieron nada sino que sólo dejaron que las cosas sucedieran…
El arte de dejar que las cosas sucedan, la acción a través de la no-acción, dejar ir el propio yo, como lo enseña Eckhart, fue para mí la llave que abrió la puerta hacia el sendero. Debemos dejar que las cosas sucedan en la psique.
Para nosotros, esto es de hecho un arte del cual casi nadie conoce nada.
La conciencia siempre está interfiriendo, ayudando, corrigiendo y negando, nunca dejando que el proceso psíquico fluya en paz… “
Y si, al final, todo sale bien?
Por Natalia Carcavallo
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