En mis propias clases para los “discapacitados de aprendizaje”, tuve un sorprendente grupo en el que se contaban:un niño que ostentaba el récord nacional de natación, estilo libre, en su categoría por edad, una niña que era modelo para una cadena de almacenes a nivel nacional, sobresalientes artistas y escritores, un niño con percepciones extrasensoriales, expertos contadores de cuentos, destacados estudiantes de matemáticas, y muchos otros seres humanos con talento.
Empero, cuando esos niños ingresan al colegio, los profesores y los padres hacen énfasis en su “discapacidad”.
Me recuerda la historia de los animales que decidieron crear una escuela para trepar, volar, correr, nadar y excavar. No lograban ponerse de acuerdo acerca del cuál materia era más importante, así que acordaron que todos los animales deberían tomar el mismo programa.
El conejo era experto en correr pero casi se ahoga en la clase de natación.
La experiencia le produjo un trauma tan fuerte que nunca más pudo correr tan bien como solía hacerlo.
El águila era maravillosamente ágil al volar, desde luego, pero su desempeño en la clase de excavar fue tan deficiente que la pusieron en un programa de nivelación que le tomaba tanto tiempo que pronto olvidó cómo volar.
Y así con los otros animales que también perdieron la oportunidad de destacarse en sus talentos porque se les obligó a hacer cosas que no respetaban su naturaleza original.
La forma como tratamos a nuestros niños se parece mucho:
hacemos caso omiso de sus dones y talentos mientras que los obligamos a desperdiciar horas en clases especiales o grupos de nivelación.
¡Las águilas deben volar!
Thomas Armstrong
Extracción de su libro Inteligencias múltiples-Año 2000
Cáp. Las hojas de ejercicios: una tierra baldía.