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Resiliencia, un don del alma

Resilience

Resiliencia – ¿Podremos encontrar la Gracia en la desgracia? ¿Y si estamos cansados de ser resilientes? No es momento de bajar los brazos, aunque sostener lo que somos y lo que hacemos nos cueste cada día un poco más. Por Natalia Carcavallo


“Tenemos los recursos, tenemos la gente, tenemos la creatividad y mucho más importante, tenemos la resiliencia para salir adelante”. Hace exactamente una semana, el nuevo presidente de Argentina, pronunciaba estas palabras. En su diagnóstico descarnado del presente compartido y en su acotado reconocimiento de las capacidades, fortalezas y posibilidades de nuestra gente, puso en valor la resiliencia.

Y sí, es cierto. Cuando aprendemos a mirar con compasión el camino que hemos hecho para llegar hasta aquí, podemos adjudicarnos la habilidad de la resiliencia. Quizás entonces, nuestras angustias se alivien al recordar que esta no es la primera crisis económica, social y vital que atravesamos y que si antes pudimos, ahora también.

No solamente somos resilientes como argentinos y argentinas unidos por una tierra, una idiosincrasia, una forma común de vincularnos y de ser. Las experiencias individuales y la propia vida ratifican de que portamos dentro de nosotros, la capacidad de sobreponernos a una crisis y luego a otra, y después a una más.

Desafío tras desafío, con esfuerzo, con voluntad y con una fuerza inigualable hemos desarrollado la creatividad, lazos de amistad incondicionales, humildad y la aceptación de lo que es. Aún en los momentos de fracaso, de quiebre, de oscuridad y de sinsentido, algo dentro nuestro nos sostuvo.
Jamás abandonamos la misteriosa certeza de que aún sin saber cómo, saldremos de esta situación, otra vez, aún más fortalecidos.

De que se trata la resiliencia?


De eso se trata la resiliencia, de “la capacidad humana para enfrentar, sobreponerse, y ser fortalecido o transformado por experiencias de adversidad”.
Con estas palabras lo define sintéticamente la doctora Edith Grotberg
¿Nos cabe, entonces, alguna duda de que sí lo somos? claro que no.

“La resiliencia es el arte de navegar en los torrentes, el arte de metamorfosear el dolor para darle sentido; la capacidad de ser feliz incluso cuando tienes heridas en el alma. No es un rebote, una cura total ni un regreso a un estado anterior sin heridas. Es la apertura hacia un nuevo crecimiento, una nueva etapa de la vida en la cual la cicatriz de la herida no desaparece, pero si se integra a esta nueva vida en otro nivel de profundidad”.

Esta descripción de un concepto que se nos ha hecho carne es de Boris Cyrulnik un reconocido psiquiatra y neurólogo francés a quien se ha llamado el padre de la resiliencia y quien se convirtió en un referente del tema no sólo por sus investigaciones sino también por su historia de vida.

Muchas personas convirtieron la afirmación de Nietzsche en sabiduría popular y la frase bien conocida que dice “lo que no te mata te hace mas fuerte” sigue vigente pero a veces no es consuelo.

¿Cuánto tiempo seremos capaces de sostener este peso?

Durante estos días me acordé muchas veces del relato de “El vaso de agua” que cuenta que en una ocasión, una docente levantó frente a sus alumnos un vaso de agua.
Por supuesto que todos esperaban escuchar el conocido desafío:
“¿Está el vaso medio lleno o medio vacío?”.
Sin embargo, ella preguntó ¿cuánto pesa este vaso?
Desconcertados por la aparente irrelevancia de su desafío, todos empezaron a responder posibles pesos. Doscientos gramos. Doscientos veinte. Doscientos cincuenta.
La maestra con sabiduría y aplomo les respondió:
“El peso absoluto no es importante. Lo importante es el tiempo que sostengamos ese peso. Si lo sostenemos durante un minuto, no tendremos problema. Si sostenemos el vaso por una hora, nos empezará a doler. Si lo sostenemos por un día, el brazo se entumecerá y se paralizará. El vaso es el mismo pero cuanto más tiempo tengamos que sostenerlo, mas pesado y difícil de soportar se volverá”.

La resiliencia es un valor único que ya forma parte de nuestra identidad de nuestro pueblo y de cada uno de nosotros. Podemos contar con esta capacidad, sin dudarlo.
Sin embargo, en ocasiones, ya no queremos ser resilientes. Necesitamos estar en paz, saber que la vida no se nos presenta como un desafío titánico otra vez. Ya no nos enorgullece ser fuertes, adaptables, creativos, y resistentes. El cansancio extremo que portamos después de tanto tiempo exigido, nos hace sentir que no hay resto para una nueva osadía.

Cómo aceptar el dolor y convertirlo en fortaleza

“Hay un abuso del concepto de resiliencia, una mala interpretación. La resiliencia no es un talento voluntario, no parte de las ganas o de la fuerza que uno tenga para recuperarse de un dolor y hacer algo creativo o superador con él. Es un don del alma que, en algún momento, y por algún lado, brota.
Este proceso no responde a los tiempos del Yo ni de la voluntad personal, sino a los tiempos de algo que nos trasciende. Es un proceso orgánico del alma que hace que, del trauma, surja una dirección, un sentido, un nuevo talento.

Lo que aparece en nosotros no cicatriza la herida, pero nos abre una posibilidad de nuevas direcciones, nos reenfoca, quizás, hacia “un nuevo hacia dónde” que jamás hubiésemos sido capaces de imaginar”.
Así lo explicaba Alejandro Lodi, un reconocido astrólogo argentino, autor de Quirón y el don de la herida. El símbolo de la resiliencia en Astrología. Es uno de los libros que más me ayuda a reflexionar en tiempos como estos. En el inicio de la pandemia, con otro desafío individual y colectivo que necesitábamos comprender, compartimos una conversación que se publicamos en Esencia y sentido bajo el título “Cómo aceptar el dolor y convertirlo en fortaleza”.



En esa misma nota, Lodi decía: “El trauma y el dolor vivido como una fatalidad, aunque no lo hayamos elegido voluntariamente, nos convoca a una nueva dirección y revela un sentido de nuestra vida que tiene que ver con algo que va mucho más allá de nosotros mismos. Está en estrecha relación con el alma y con los otros. En la vincularidad es en dónde el sentido aparece. No es un por qué ni un para qué si no un hacia dónde”.

Ojalá que este tiempo que nos toca sea menos doloroso de lo que imaginamos y que podamos atravesarlo con la mayor conciencia posible. Aunque no lo entendamos ahora y sólo podamos sentir incertidumbre, inquietud y angustia, en toda esta experiencia, hay un sentido evolutivo, hay un propósito, y nuevas posibilidades latentes para cada uno de nosotros. Que nuestras partes más sabias nos susurren al oído una y otra vez que hemos elegido estar aquí, hoy y ahora por alguna “razón”.

Lodi asegura algo que muchos de nosotros sabemos también por nuestras propias vivencias “Podemos encontrar la gracia en la desgracia”

Que así sea.

Natalia Carcavallo
wetoker.com

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